“ERRORES ESTÚPIDOS” QUE HAN PASADO DESAPERCIBIDOS DURANTE DÉCADAS.

Error #8: Entrenar en ayunas… ¿bueno o malo?

Una gran cantidad de personas elige la primera hora del día para ejercitarse y siempre surge la misma duda. ¿Es bueno entrenar en ayunas? Vamos a intentar explicaros cuál es la respuesta correcta a esta pregunta según los principios de la Isodieta.

Empecemos por analizar detenidamente la situación de nuestro cuerpo cuando nos levantamos de la cama en ayunas. Como ya comentamos en el ‘4º ERROR’ de nutrición, al contrario de lo que muchas veces se ha afirmado, al levantarnos del descanso nocturno no estamos escasos de combustible, sino todo lo contrario. Llevamos muchas horas gastando el mínimo de combustible que determina nuestro metabolismo basal, el nivel de glucosa en sangre se ha sido mantenido estable gracias a nuestro páncreas y los depósitos musculares y hepáticos se han ido recargando durante las 8 horas de reposo y recuperación.

Nos encontramos absolutamente descansados y pletóricos de energía.

Por lo tanto parece que sería buena idea hacer ejercicio nada más levantarse. Pero, los que así opinan, se olvidan de lo más importante: la nutrición y regeneración de nuestras células, que requieren nutrientes esenciales permanentemente ya que permanente es su proceso de degeneración y regeneración.

Cuando nos levantamos por la mañana tras 8 horas de ayuno y descanso, en nuestra sangre ya no queda ningún resto de los nutrientes esenciales que pudimos haber ingerido en la cena. Por lo tanto, nuestros músculos y órganos se encuentran en situación precaria y peligrosa, realizando una regeneración incompleta que acelera el envejecimiento y nos predispone a perder tono muscular. Si, además, realizamos ejercicio en ayunas (sobre todo si es muy agotador), la pérdida de tono muscular es inevitable.

Índice de contenidos

Entrenar en ayunas

Esa pérdida de tono muscular es muy pequeña. Si nuestros músculos tardan unos 180 días (que equivalen a 4.320 horas) en un proceso completo de regeneración, una regeneración imperfecta mantenida durante 3 horas sólo supone una parte entre 1.440 partes de ese proceso. Precisamente por ser tan pequeña es por lo que pasa desapercibida. No observamos ningún síntoma y no le damos ninguna importancia. Pero lo más grave del caso es que, aún siendo muy pequeña, esa disminución de tono muscular es “acumulativa” y si nuestra costumbre de entrenar en ayunas se mantiene durante mucho tiempo, poco a poco empezaremos a perder tono muscular a pesar de estar bien nutridos, aumentará la flacidez de los tejidos y nuestra piel, que es la que primero acusa los problemas nutricionales, se empezará a notar muy envejecida para nuestra edad.

El argumento que utilizan los defensores del entrenamiento en ayunas es que sin un aporte de combustible (siempre la obsesión de considerar al alimento, únicamente como fuente de combustible) el cuerpo tirará de la grasa acumulada. Pero desgraciadamente, cuando necesita energía de forma urgente, al cuerpo le resulta más fácil quemar músculo que grasa, como ya ha sido reconocido muchas veces. Si fuera al revés, sería maravilloso y resultaría facilísimo adelgazar.

Debemos tomar conciencia de que el ayuno es “malo siempre”, sea que desayunemos tarde o no desayunemos, sea que hagamos sólo una o dos comidas al día o que hagamos un ayuno de uno o más días a base de agua como algunos aconsejan para desintoxicar el organismo. “Siempre es malo” que dejemos a nuestra sangre, durante unas horas, sin los elementos químicos que debe proporcionar a nuestras células para permitirles que se regeneren óptimamente.

Un riesgo para la salud

Y si siempre es malo el ayuno, es muchísimo peor cuando estamos sometiendo a nuestro organismo a un esfuerzo largo y agotador. Como explico detenidamente en el capítulo XII de mi libro Isodieta, tanto los músculos esqueléticos que estamos ejercitando como el corazón utilizan el mismo combustible, el glucógeno que a marchas forzadas, fabrica el hígado para abastecerlos. Si el esfuerzo es muy agotador, puede llegar a faltar suficiente glucógeno para ellos y, aunque normalmente lo primero que falla son las piernas o los músculos que estamos ejercitando, en ocasiones esa falta puede afectar al corazón y provocar un colapso como, con demasiada frecuencia, sucede cobrándose la vida de un joven en pleno rendimiento y perfectamente sano.

Resumiendo, si queremos entrenarnos por la mañana para quemar grasa porque tengamos mucha acumulada o simplemente queramos aumentar nuestra definición muscular, podemos hacerlo pero “jamás” con el estómago vacío. En el desayuno previo al entrenamiento incluiremos proteínas y grasas en la cantidad adecuada para asegurar una óptima regeneración celular durante el entrenamiento. No incluiremos carbohidratos (el combustible fácil de utilizar). El objetivo será permitir que desde el primer momento que los músculos empiecen a usar glucógeno y el hígado a fabricarlo, partiendo inicialmente de la glucosa en sangre, el páncreas nos ayude con una secreción de glucagón, que será el verdadero movilizador de las grasas acumuladas para llevarlas al hígado y utilizarlas como combustible.

Aunque os cueste un poco comprender este complejo mecanismo que nos permite quemar grasa, os recomiendo que lo experimentéis de una forma progresiva. Si estabais acostumbrados ingerir carbohidratos en el desayuno, probad a ir reduciéndolos poco a poco. Y si estabais acostumbrados a no desayunar id, también poco a poco, incluyendo un desayuno de proteína y grasa, acompañado de un multivitamínico y multimineral, para evitar carencias. Os aseguramos que en muy pocos días empezareis a observar la mejora en el rendimiento y en el bienestar durante toda la mañana.