Cuando nos planteamos comenzar una dieta siempre tenemos en mente adelgazar o gozar de una mejor salud física y mental, y relacionamos esto último únicamente con el bienestar psicológico que aporta sentirse bien. Sin embargo, pocas veces analizamos la enorme influencia que puede llegar a tener una correcta alimentación en el rendimiento de nuestro cerebro y los expertos en nutrición apenas lo tienen en cuenta.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿Lo que comemos puede influir realmente en nuestra inteligencia? La respuesta es que sí. Diversos estudios científicos avalan la teoría de que se puede mejorar el cociente intelectual con un incremento de la ingesta de proteínas.

Para comprender la relación entre los beneficios de seguir una dieta proteica y el desarrollo intelectual, hay que detenerse a pensar en el funcionamiento del cerebro. El tejido cerebral está compuesto por neuronas, que no son más que células especiales y que hasta ahora se consideraba que no se podían regenerar. Como ya sabemos por la sabiduría popular, una neurona no funciona en solitario, sino que necesita comunicarse con otras mediante neurotransmisores o, lo que es lo mismo, aminoácidos y combinaciones de estos últimos.

Las proteínas son cadenas de aminoácidos y los aminoácidos son los componentes esenciales de los neurotransmisores. Todo el mundo habla de la importancia de la glucosa como combustible del cerebro, pero el aporte de glucosa está garantizado por el páncreas, que mantiene estable el nivel de glucosa en sangre.

Por el contrario, el aumento de actividad cerebral conlleva un aumento importante del empleo de neurotransmisores y estos neurotransmisores, que son proteínas o aminoácidos esenciales, solo pueden ser aportados por una alimentación con suficiente cantidad de proteínas, como es la Isodieta.

Y, ¿de dónde obtiene el organismo esos aminoácidos? La respuesta es muy sencilla: son la base de las proteínas y, por lo tanto, la mejor manera de obtenerlos es a través de los nutrientes esenciales.

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Proteínas para mejorar el rendimiento escolar

Comprender la relación entre la Isodieta y un mayor rendimiento intelectual nos obliga a hacer una reflexión sobre la alimentación en los más pequeños, y el predominio de hidratos de carbono que suele haber en los desayunos infantiles. Ya he mencionado a lo largo de mi libro que la primera comida del día tiene una importancia crucial por la cantidad de horas que lleva el organismo sin recibir nutrientes. Sin embargo, el desayuno de los niños suele estar compuesto por cacao, bollos y azúcares, mientras que las proteínas brillan por su ausencia.

Además del daño físico que esto supone, muchos expertos relacionan directamente un mal desayuno con el bajo rendimiento escolar del niño y, por extensión, concluyen que la mala nutrición es la mayor culpable del fracaso escolar.

Como explico en el capítulo 13 de mi libro Isodieta, la influencia que tiene la alimentación en el desarrollo infantil comienza a determinarse desde el embarazo, una etapa en la que se recomienda especialmente un aumento en la ingesta de proteínas. No en vano, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que existe una relación directa entre el seguimiento de una dieta alta en proteínas durante la gestación y el hecho de que el niño alcance un cociente intelectual elevado.

El caso de Japón

Uno de los ejemplos más claros de los beneficios que puede tener una dieta rica en proteínas y grasas lo encontramos en el estudio realizado por el doctor Richar Lyson, del Departamento de Psicología de la New University of Ulster (Reino Unido), sobre el alto cociente intelectual en la población japonesa. Básicamente concluye que los japoneses experimentaron un aumento gradual de su cociente intelectual de hasta 7 puntos entre los nacidos en la primera mitad del siglo XX y la segunda mitad, de forma que ahora está considerado uno de los países con mayor cociente intelectual.

Pero este fenómeno no se queda ahí, sino que estuvo acompañado por una mejoría física que se tradujo en una mayor altura media (de 1,61 a 1,79 metros en los varones) y un aumento del peso de los japoneses de unos 7 kilogramos. Todo ello, en el que entonces tenía el honor de ser el país con la esperanza de vida más elevada (73 años para los hombres y 79 para las mujeres).

Tras su investigación, el doctor Lyson atribuyó todas estas mejoras, que no se han producido en los países de Europa occidental ni en Estados Unidos, a factores ambientales y de alimentación más que a una evolución genética. Y teniendo en cuenta que la mayor parte de la población japonesa reside en ciudades masificadas y en una rutina sometida al estrés del trabajo, es posible descartar los factores ambientales como responsables de esta evolución y detenerse a pensar en los cambios en la dieta de los japoneses.

El doctor Asako Tohata, profesor de nutrición de la Universidad de Osaka, fue más preciso y atribuyó este fenómeno al consumo de “más proteínas”, gracias a una dieta tradicionalmente rica en pescado enriquecida en la segunda mitad del siglo XX con una importante cantidad de carne.

¿Existe, por lo tanto, una relación directa entre la Isodieta y nuestro cociente intelectual? ¿Pueden los alimentos ricos en proteínas ayudarnos a afrontar una situación de alta exigencia intelectual? ¿Deberíamos cambiar nuestra alimentación en beneficio de nuestro desarrollo cognitivo? La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo sí.